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La Cruz del Rastro. Lamentable suceso entre cristianos y judíos y conversos

La Cruz del Rastro de Córdoba está situada al final de la Calle San Fernando y rememora un incidente acaecido en 1473 entre cristianos, judíos y conversos que se produjo durante la Semana Santa junto a la zona que en aquellos días se conocía como el Rastro, por ser donde se encontraba un mercado al que acudían diariamente los cordobeses a comprar.

Durante la tarde del Jueves Santo, la Virgen de la Hermandad de la Caridad, ataviada con un precioso manto y alhajas reunidas por los cofrades, recorría las calles del barrio acompañada de un amplio cortejo que formaba en 2 filas, entre los que destacaban los dos Cabildos, las comunidades de los conventos cercanos y fieles  que con hachas encendidas custodiaban a la imagen titular en su procesión. Las calles alfombradas con yerbas aromáticas y las fachadas de las casas más notables lucían colchas y cortinas de gran vistosidad.

Antes de continuar explicando el suceso recordamos como en aquellos tiempos, las aguas residuales y demás líquidos inmundos solían ser lanzados desde ventanas y balcones a la calle, no sin antes advertir hasta 3 veces “agua va…” para conocimiento de todo el que transitara la calle en ese momento.

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Pues bien, ya casi al final de la calle San Fernando, cuando recorría la Virgen y su cortejo esa zona, una joven muchacha desde una ventana lanzó un caldero con este tipo de desechos, con tan mala fortuna que fue a caer sobre el manto de la Virgen, originando un gran escándalo y alboroto al que siguió una revuelta que aprovecharían para vengar las iras, por lo que consideraban un sacrilegio, en judíos y conversos que por esa zona vivían, ya que la casa de donde provenían dichos despojos pertenecía a una familia judía.

Un herrero del barrio de San Lorenzo de nombre Alonso Rodríguez, exaltado por el suceso propagó su ira sobre los presentes, incitándolos a la venganza, asesinando a todo judío y converso y quemando y arrasando sus casas, a pesar de la oposición de Pedro de Torreblanca, afecto a D. Alonso de Aguiar, quien quiso detenerlos y por el contrario recibió una herida.

Tan grave se hizo la situación durante 3 días en los que hubo una gran cantidad de judíos y conversos muertos y casas devastadas, que el caballero D. Alonso de Aguilar, hermano del Gran Capitán, se propuso acabar con este motín. Llegó al Rastro con algunos de sus hombres, y allí encontró al herrero que seguía alentando a la muchedumbre, al que le pidió cesara en su empeño, deponiendo las armas. El herrero no solo no obedeció, sino que ofendió a D. Alonso de Aguilar, quien arremetió contra él y atravesándolo con una lanza, lo mató.

Igual suerte corrieron algunos de sus seguidores, mientras la mayoría huyeron para hacerse fuerte en el patio de San Francisco. Retirándose D. Alonso Aguilar, los amotinados salieron a recoger el cadáver del herrero que lo trasladaron hasta la Iglesia de San Lorenzo para velarlo.

Estas muertes empeoraron la situación, provocando un motín que duró cuatro días más hasta que D. Alonso de Aguilar, bien acompañado, acudió a la zona de San Lorenzo y Santa Marina con la idea de dar otro escarmiento, pero al llegar se encontró fuerte oposición, lo que le obligó a refugiarse en el Alcázar junto con Judíos y conversos a los que protegió. Días más tarde, mandó a los judíos y conversos salir de la ciudad o mudar su residencia al barrio que se les tenía señalado. Y a los que originaron la revuelta les ofreció el perdón por los crímenes cometidos, consiguiendo D. Alonso apaciguar la Ciudad.

La Cruz del Rastro, lamentable suceso entre cristianos, judíos y conversos

Cuenta la leyenda que la sangre de las víctimas creó un pequeño riachuelo que dejó un marcado rastro, llegando éste hasta una pequeña llanura al borde del río.

La hermandad de la Caridad, entendiendo que dicha matanza se había originado en torno a ella, decidió colocar una lápida en el patio de San Francisco y una gran Cruz de hierro sobre un pedestal en el centro del Rastro que recordara aquella fatídica fecha y el lamentable y sangriento suceso.

De la lápida no se conoce su paradero desde hace muchos siglos, y la cruz original se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, siendo en 1927 cuando se instaló la que hoy en día podemos ver.

Y aunque la leyenda popular le atribuye el nombre por el rastro de sangre dejado por las matanzas, en realidad se le denomina Cruz del Rastro por la existencia de un mercado que hubo en la zona.

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Alba Villar Lara

Guia Oficial Woow Córdoba